re la medida de la velocidad dentro del cuerpo. Claro es que el movimiento de la materia afecta únicamente a esta luz secundaria, sin que en nada modifique a la onda que penetró en ella, y sigue avanzando a través del éter fijo, y un cálculo detallado demuestra que esto se traduce por un aparente arrastre parcial de la onda compleja, que coincide con el calculado por Fresnel.
Además existe otro fenómeno, de largo tiempo conocido, que prueba aún de modo más concluyente el reposo del éter mientras la materia se transporte en su seno. Me refiero a la aberración de la luz.
Fig. 8.
Cuando se ha de mirar un astro con un anteojo, no se apunta en la dirección AB (fig. 8) en que éste se encuentra en el momento de la observación, sino que el eje óptico AC ha de formar con AB un ángulo dependiente de la velocidad de la Tierra: el necesario para que la onda luminosa que pasa por el centro óptico del objetivo llegue a la cruz filar en el instante en que ésta se encuentra sobre el rayo. Esto Fig. 8 significa que nuestro movimiento no perturba a la onda en su propagación, puesto que el anteojo se orienta precisamente según requeriría la regla de