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PRINCIPIO DE RELATIVIDAD

sistema solar que la imaginación no acierta a representarse. Así, para retener el principio de la conservación de la energía, ha de pensarse que la luz la transporta en su carrera, como la bala de que antes hablaba acarrea en forma cinética la energía del explosivo desde el alma del cañón hasta el lugar donde han de producirse sus efectos destructores.

Si pudiéramos dejarnos arrastrar por la analogía con el ejemplo de que vengo sirviéndome, caería en la hipótesis de la emisión de partículas luminosas, que Newton defendió con tanto ahinco contra los argumentos de Huyghens, y que los clásicos experimentos interferenciales de Young y Fresnel arruinaron de manera definitiva, sustituyéndola por la teoría de las ondulaciones. Pero ello no supone ninguna dificultad, porque es bien sabido que las ondas que se producen en los medios materiales transportan también cantidad de movimiento y energía, aunque en ellas no haya acarreo de materia. Basta, pues, que el universo entero, en toda la extensión que la luz puede recorrer en tiempos infinitos, esté lleno de algo material capaz de transmitir las ondas luminosas con la enorme velocidad de 300.000 kilómetros por segundo: este medio universal es el que los físicos han llamado éter, y que, según decía arriba, creyeron conocer con mucha mayor precisión que la materia misma, puesto que sólo le exigían servir de soporte a los campos eléctrico y magnético.