miento relativo es rectilíneo y uniforme, los únicos fenómenos que se propagan con idéntica velocidad, c en ambos, son aquellos para los cuales .
Pero la introducción más o menos consciente de estos postulados no ha impedido que, mediante el grupo referido, se haya elaborado todo el maravilloso edificio de la Mecánica de Newton, gracias a la cual se formularon leyes precisas para fenómenos tan importantes como el movimiento de los cuerpos que integran nuestro sistema planetario. Si al repasar las páginas destinadas en cualquier tratado de Mecánica a esta teoría se piensa en el caos de la Astronomía anterior a Newton, se comprende que el grandioso éxito logrado haya hecho olvidar a muchas generaciones la necesidad de analizar con cierto cuidado los principios fundamentales de esta ciencia, y aun se la haya elevado a un rango en la clasificación de nuestros conocimientos que su propio autor distaba mucho de atribuirle.
Cierto que muchas particularidades de los movimientos planetarios escaparon en un principio a su interpretación; pero casi todos estos problemas fueron resolviéndose a medida que se perfeccionaba el conocimiento del sistema solar, y aun en ocasiones fué camino para el descubrimiento de nuevos planetas, como en el caso de Neptuno. Por eso los pocos enigmas que iban quedando, siquiera fuesen tan importantes como la rotación secular del eje mayor de