aludido sistema de referencia cambiará, como es lógico, con la situación del observador: si va transportado por el vagón, acudirá a ejes fijos a sus paredes; pero si está en una estación, los ejes los elegirá también ligados a ella, de modo que todas las velocidades que determine diferirán de las correspondientes al primer caso por efecto del arrastre del tren. No obstante, los resultados a que llegue en el primer supuesto serán los mismos que logre en el segundo; las leyes que rigen el funcionamiento de la máquina serán exactamente iguales, puesto que en último término derivan de la ecuación (6,1) que no se altera al pasar de un sistema de referencia al otro.
Tal es el contenido del principio de relatividad que se llama de Galileo y que reina en la Mecánica.
Pero la ciencia clásica adoptó un procedimiento concreto para correlacionar las ecuaciones referidas a los distintos sistemas coordenados a que vengo aludiendo, dotados de un movimiento relativo uniforme. Este procedimiento está contenido en el grupo para el paso de unos ejes a otros que se distingue con el nombre de Galileo. En el caso en que el movimiento se produce según el eje las ecuaciones tienen la forma (6,2)