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— Prefiero, aunque te espante,
morirme en mi rincon de hambre ó de hastío
á ir de uno en otro amante
dichosa al fango, desdeñada al río.
En el primer sendero
me ofrece proteccion tu mano franca,
mas yo busco el segundo, y no el primero.
¿quién hácia él me guiará?
— Yo tambien, Blanca.
— ¿Tú?
—¿Lo dudas?
— No sé; siento una pena
y un placer á la par, que estoy temblando ...
¡me cuesta tantas lágrimas ser buena! ...
— ¿Cuándo piensas partir, responde, cuándo?
— ¿Pero es verdad?
— Ni sueñas ni deliras,
tu gusto á hacer me inclino;
toma:
— ¿Qué es esto?
— Las trescientas liras
que al punto pagarás.
— ¡Cielo divino!