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iba el llanto á enjugar de los que amaba.
¡Qué gloria para el alma y para el arte!
. . . . . . . . . .
   Calló Blanca, y su frente
doblóse como herida por el rayo,
brilló una perla en la pupila ardiente,
y volviendo despues de su desmayo,
— llévame á respirar, - dijo doliente.
   Su brazo enlacé al mio,
y como tiembla en el rosal la hoja
cargada de rocío, :
comenzamos á andar... yo sentí frío...
todo lo adiviné... Blanca era coja.
— ¿Comprendes mi dolor? murmuró triste;
yo la atraje con fuerza á mi costado,
y entre una risa aquí, y acullá' un chiste,
cruzamos el salon iluminado.
   Poco despues, serena,
me refirió su dolorosa cuita;
¡cuánto conmueve al corazon la pena
de una mujer bonita!
- Se ensayaba la escena encantadora
de un baile muy reciente,