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Obras de Santa Teresa.

tendréis para ser contra este mansísimo Jesús? ¿Qué es esto? ¿Por ventura permanecerá nuestra maldad contra El? No, que se acaba la vida del hombre, como la flor del heno, y ha de venir el Hijo de la Virgen[1] á dar aquella terrible sentencia. Oh poderoso Dios mió! Pues aunque no queramos, nos habéis de juzgar; porque no miramos lo que nos importa teneros contento para aquella hora. ¿Mas quién, quién no querrá juez tan usto? Bienaventurados los que en aquel temeroso punto se alegraren con Vos, oh Dios y Señor mió! Al que Vos habéis levantado, y él ha conocido cuan míseramente se perdió por ganar un muy breve contento, y está determinado á contentaros siempre, y ayudándole vuestro favor (pues no faltáis, Bien mió de mi alma, á los que os quieren, ni dejais de responder á quien os llama) ¿qué remedio, Señor, para poder después vivir, que no sea muriendo, con la. memoria de haber perdido tanto bien, como tuviera estando en la inocencia que quedó del baptismo? La mejor vida que puede tener, es morir siempre con este sentimiento. Mas el alma que tiernamente os ama, cómo lo ha de poder sufrir? ¡Mas qué desatino os pregunto, Señor mió! Parees que tengo olvidadas vuestras grandezas y misericordias, y como venistes al mundo por los pecadores, y nos comprastes por tan gran precio, y pagastes nuestros falsos contentos, con sufrir tan crueles tormentos y azotes. Remediastes mi ceguedad con que atapasen vuestros divinos ojos, y mi vanidad con tan cruel corona de espinas. ¡Oh Señor, Señor! Todo esto lastima mas á quien os ama: solo consuela, que será alabada para siempre vuestra misericordia, cuando se sepa mi maldad, y con todo no sé si quitarán esta fatiga, hasta que con veros á Vos se quiten todas las miserias de esta mortalidad.

IV.

Parece, Señor mió, que descansa mi alma, considerando el gozo que terna, si por vuestra misericordia le fuere concedido gozar de Vos. Mas querría primero serviros, pues ha de gozar de lo que Vos sirviéndola á ella le ganastes. Qué haré, Señor mió? Qué haré, mi Dios? ¡Oh qué tarde se han encendido mis deseos, y qué temprano andábades Vos, Señor, granjeando y llamando para que toda me emplease en Vos. ¿Por ventura, Señor, desamparas tes al miserable, ó apartastes al pobre mendigo, cuando se quiere llegar á Vos? ¿Por ventura, Señor, tienen término vuestras grandezas, ó vuestras magníficas obras? Oh Dios mió y misericordia mia! ¡Y cómo las podéis mostrar ahora en vuestra sierva! Poderoso sois, gran Dios: ahora se podrá entender si mi alma se entiende á sí, mirando el tiempo que ha perdido, y como en un punto podéis Vos, Señor, hacer que le torne á ganar. Paréceme que desatino, pues el tiempo perdido suelen decir, que no se puede tornar á cobrar. Bendito sea mi Dios. Oh Señor! Confieso vuestro gran poder: si sois poderoso, como 1q sois, ¿qué hay imposible al que todo lo puede? Quered Vos, Señor mio, quered, que aunque soy miserable, firmemente creo que podéis lo que queréis, y mientras mayores maravillas oigo vuestras, y considero que podéis hacer mas, mas se fortalece mi fe, y con mayor determinación creo que lo haréis Vos. ¿Y qué hay que maravillar de lo que hace el Todopoderoso? Bien sabéis Vos, mi Dios, que entre todas mis miserias nunca dejé de conocer vuestro gran poder y misericordia. Válame Señor esto en que no os he ofendido. Recuperad, Dios mió, el tiempo perdido, con darme gracia en el presente y porvenir, para que parezca delante de Vos con vestiduras de bodas, pues si queréis podéis.

V.

Oh Señor mió, ¿cómo os osa pedir mercedes quien tan mal os ha servido, y ha sabido guardar lo que le habéis dado? ¿Qué se puede confiar de quien muchas veces ha sido traidor? ¿Pues qué haré, consuelo de los desconsolados, y remedio de quien se quiere remediar de Vos? ¿Por ventura, será mejor callar con mis necesidades, esperando que Vos las remediéis? No por cierto, que Vos, Señor mió y deleite mió, sabiendo las muchas que habían de ser, y el alivio que nos es contarlas á Vos, decís que os pidamos, y que no dejaréis de dar. Acuerdóme algunas veces de la queja de aquella santa mujer Marta, que no solo se quejaba de su hermana, antes tengo por cierto, que su mayor sentimiento era, parecí éndole no os dolíades Vos, Señor, del trabajo que ella pasaba, ni se os daba nada que ella estuviese con Vos. Por ventura le pareció no era tanto el amor que la teníades, como á su hermana, que esto le debía.hacer mayor sentimiento, que el servir á quien ella tenia tan gran amor, que este hace tener por descanso el trabajo. Y parécese en no decir nada á su hermana, antes con toda su queja se fué á Vos, Señor, que el amor la hizo atrever á decir, que cómo no teníades cuidado. Y aun en la respuesta parece ser y proceder la demanda de lo que digo; que solo amor es el que da valor á todas las cosas, y que sea tan grande, que ninguna le estorbe á amar, es lo mas necesario. ¿Mas cómo le podremos tener, Dios mió, conforme á lo que merece el amado, si el que Vos me tenéis no le junta consigo? Quejaréme con esta santa mujer? Oh, que no tengo ninguna razón, porque siempre he visto en mi Dios harto mayores y mas crecidas muestras de amor de lo que yo he sabido pedir ni desear: si no me quejo de lo mucho que vuestra benignidad me ha sufrido, no tengo de qué. ¿Pues qué podrá pedir una cosa tan miserable como yo? Que me deis, Dios mió, que os dé con san Agustín, para pagar algo de lo mucho que os debo, que os acordéis que soy vuestra hechura, y que conozca yo quien es mi Criador, para que le ame.

VI.

Olí deleite mió, Señor de todo lo criado, y Dios mió! Hasta cuándo esperaré ver vuestra presencia? ¿Qué remedio dais á quien tan poco tiene en la tierra, para tener algún descanso fuera de Vos? Oh vida larga! ¡Oh vida penosa! Oh vida que no se vive! ¡Oh qué sola solé-

  1. Asi traducía fray Luis de Granada las palabras del Evangelio: Filius hominis. Como Santa Teresa leia y recomendaba la lectura de las obras de fray Luis de Granada, no es extraño temase de allí esta frase.