Tal vez una el temido
Y no excusado golfo del olvido
Navegaremos; rústicos sayales
Y púrpuras reales
No atiendas, no, si en vaso cristalino
El vino resplandece
A menosprecio del rubí, y despierta
Tu paladar su dulce peregrino.
Entra suave; y ¡cómo, cómo empece
La ponzoña encubierta
De su tan breve duracion, y muerta
La alma huye! Así víbora engañosa
Ofende envuelta en rosa.
Ni te desvele el vano crecimiento
Del cense y del cuidado
(Un par de siempre males compañeros);
Mas al ser de las cosas breve atento
Aprende á ser, no sabio demasiado,
Y mezcla á los severos
Consejos, necios ratos placenteros.
¡Oh, cómo es gran saber ser en debido
Lugar desentendido!
¿Cómo esperaré yo que de mi pena
Tibias las quejas toquen en tu oido,
Si con la lengua libertad te pido,
Y el corazon se goza en la cadena?
Tú, Señor uno, ves cuánto esté ajena
La voz, que te importuna, del sentido;
Y así, en bandos injustos dividido,
¿Ver placada tu faz podré y serena?
Tal es; haber piedad de un quebrantado
Corazón aun es obra gue en un crudo
Pecho mortal halló tal vez entrada;
Mas tirar del infierno á un obstinado
Mal grado sujo, en tí, Uno, caber pudo,
Arbitro de la muerte y de la vida.