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POESIAS
DE
DON FRANCISCO DE MEDRANO.


COMPOSlClONES VARIAS.
SONETO PRIMERO.
A Fernando de Soria Galvarro[1]

Sé que allá corre el mundo asaz ligero
Donde, fatal miinistro de su muerte,
Pródigamente ponzoñoso vierte
Mas de dulzura el verso lisonjero;
Bien como á infante pues, que sin entero
Seso, el remedio de su mal no advierte,
Beba lo falso y á beber acierte.
Yendo engañado al bien, lo verdadero.
Solo aquel tocó el punto que prudente
Con lo dulce templó lo provechoso,
Y ¿á quién fué Apolo, á quién fué asi clemente?
Yo, Soriano, lo intento, codicioso
Del pro común; tú apruebas que lo intente;
Suceso dén los ciclos venturoso.


II.
A Flora.

Tus ojos, bella Flora, soberanos,
Y la bruñida piala de lu cuello,
Y ese, envidia del oro, tu cabello,
Y el marfil torneado de tus manos,
No fueron, no, los que de tan ufanos
Cuanto unos pensamientos pueden sello,
Hicieron á los mios, sin querello,
Tan á su gusto victorioso llanos.
Tu alma fué la que venció la mía,
Que espirando con fuerza aventajada
Por ese corporal apto instrumenlo,
Se lanzó deniro en mí, donde no habia
Quien resistiese al vencedor la entrada,
Porque tuve por gloria el vencimiento.


III.
A san Pedro, en una borrasca, viniendo de Roma.

Pescador soberano, en cuyas redes
Los mayores monarcas han estado
Dichosamente presos, y cambiado
En gloria sus prisiones, y en mercedes;
Tú, que abrir y cerrar el cielo puedes
Con poderosa llave á tu ganado,
Y alcázar en lu tierra has alcanzado
Con colunas de pórfido y paredes,
Los ojos vuelve al mar enfurecido;
Y pues tal vez osó mojar tu planta
Aun siendo hollado de tu fe animosa.
Su hinchazón rompe, acalla su ruido,
Y enseñado discipulo, levanta
Mi fe y mis piés con mano poderosa.


IV.
En la playa de Barcelona, volviendo de Roma.

Pláceme ver el mar cuando se enoja
Y á montes de agua montes acumula,
Y al experto patrón que disimula,
Prudente, su temor, puesto en congoja.
También me place verlo cuando moja
La orilla mala vez, y en leche adula
A quien sus culpas llevan ó su gula
A cortejar cualquier birreta roja.
Turbio me place y pláceme sereno;
Verlo seguro, digo, dende afuera,
Y este medroso ver, y este engañado;
No porque me dé gusto el mal ajeno,
Mas por hullarnie libre en la ribera
Y del mar falso asaz destingañado.


ODA PRIMERA.
A don Alonso Santillan, alférez real de los galeones[2].

Santiso, ¿ahora, ahora la riqueza
De los ingas invidias, y guerrero
Ya oprimes con acero
La frente, y con destreza
Juegas ya el hierro fiero?
Fabricas al flamenco é inglés pirata
Cadenas, y amenaza tu estandarte
A aquella oculta parte
Do sediento de plata
Osó penetrar Marte.
Sea, y ufano tus rebeldes huella,
Dellos violento dueño apoderado;
¿Servirte han de su grado
Esclava la doncella
O el mozo aprisionado?
Ardes por oro; bebe, bebe, y tanto
El avaro, y mas que Atalo poseas;
Poder matar no crea
Su sed. ¡fáltale, oh, cuánto
A quien mucho desea!
Bien posible será volver el rio
Que de altas cumbres viene despeñado
A sus fuentes de grado,
Verse helado el estío,
Y el invierno abrasado.
Cuando tú aquellas con razón divinas
Letras del Aristótil que estimaste
Ya, y Sédulo aquistaste,
¡En cualos disciplinas
Mal constante trocaste!
La ciencia noble en mercantil cuidado,
Y la que sobre todas alabanzas
Toga modesta, en lanzas,
Habiendo de ti dado
Tan otras esperanzas.

  1. Este soneto es como prefacio y dedicacion de los demás. Asi se lee en el libro original de Medrano.
  2. Imitación de la oda xxix del libro primero de Horacio: Ici, beatis nunc, en que se reprende á Iccio por su mudanza de filósofo en soldado por la codicia.