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XXIII
Vida de Cervantes.

UI modidad tiene su asiento, dan lugar á una multitud de conjeturas, que en vano se ha pretendido apurar. Si lo que se refiere tiene, segun parece, algun fundamento, es preciso confesar que no se ha visto jamas en el mundo mas graciosa ni mas discreta venganza. Acaso esto mismo habrá contribuido á que creyéndose alguno aludido en su persona ó en su familia por esta ó aquella expresion del Don Quijote, haya procurado ocultar los documentos que podian hacerle ridículo ú odioso. Por lo que á nosotros toca, deponemos todo resentimiento por aquella dichosa prision que tanto gusto y entretenimiento ha dado y dará aun al género humano, y el mismo CERVANTES quedaria agradecido á sus molestos perseguidores, en vista de la inmortalidad que inocentemente le granjearon.

Se hallaba establecida la corte en Valladolid desde el año de 1600, y andaba todavía á vueltas el fastidioso expediente del supuesto descubierto de CERVANTES por resultas de las cuentas de sus cobranzas. Un informe que accidentalmente dieron en enero de 1603 los contadores de relaciones á la Contaduría mayor, iba á remover el asunto, dando lugar á nuevas vejaciones, cuando CERVANTES, sabedor acaso de esta novedad, se presentó en Valladolid á dar sus descargos, que sin duda fuéron satisfactorios, supuesto que habiendo residido en la corte y á vista del tribunal hasta el fin de sus dias, no volvió á ser molestado bajo el concepto de deudor á los caudales públicos. Disponia entónces á su arbitrio de la Monarquía el famoso duque de Lerma, gran valido de Felipe III, que segun las quejas de los contemporáneos y la visible decadencia del poderio, riqueza y cultura de la nacion, usó de su privanza en provecho propio mas que en el comun. En vano se esforzó CERVANTES en exponerle sus servicios para conseguir la apetecida recompensa: aquellos eran ya muy antiguos, y esta se guardaba solo para lisonjeros y paniaguados. El Duque, ambicioso de enlazar su familia con las mas esclarecidas del Reino, casó á su hijo segundo D. Diego Gomez de Sandoval con D. Luisa de Mendoza que, como inmediata sucesora del título del Infantado, llevaba el de condesa de Saldaña. Al nuevo Conde pues, que, segun parece, era aficionado á la poesía, dirigió CERVANTES una oda, que por primera vez sale al público inserta en la presente coleccion; pero ni por este medio alcanzó el merecido favor, y aseguran que fué recibido con despego por aquel orgulloso ministro.

Desalentado CERVANTES por este camino, y tratando de publicar la primera parte del Don Quijote, que acababa de escribir, se vió en la necesidad de buscar algun Mecénas poderosoque, segun se decia en la fraseologia de la época, amparase la obra y la pusiese á cubierto de los tiros de la envidia. D. Alonso Lopez de Zúñiga y Sotomayor, sétimo duque de Béjar, era uno de los magnates que por aquel tiempo hacian gala de proteger las letras y honrar á los autores, si bien no siempre con buena eleccion y discernimiento. Rehusando el Duque la dedicatoria, ciñose CERVANTES ȧ suplicarle se dignase oir un capitulo, y fué tanto lo que su lectura regocijó á los asistentes, que no le dejaron parar hasta el fin de la obra. Tanto fué menester para aceptar un obsequio que habria llenado de orgullo al mas indiferente. Esta proteccion duró muy poco, siendo de notar que CERVANTES no dedicó al mismo Duque, que aun vivia, la segunda parte del Don Quijote, ni volvió á mentarle en sus escritos. Atribuyese esto á la influencia de un religioso entremetido que mangoneaba en casa de los duques, y que se empeñó en desacreditar á CERVANTES, hasta privarle de una acogida que miraba con los celos de un estúpido.

La primera parte de El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha salió á luz publicada en Madrid á principios de 1605. ¿Qué dirémos de este esfuerzo del humano ingenio, de este libro asombroso, que ha sido durante mas de dos siglos la admiracion del mundo, la envidia de las naciones extranjeras, el recreo del vulgo, la medicina de los mal humorados, y el repertorio inmenso de todas las gracias de la conversacion? Las prensas no cesan de reproducirlo en todas partes, los doctos y los indoctos no se cansan de leerle, los hombres mas eruditos lo analizan y lo comentan, unos entusiasmándose por sus perfecciones hasta la idolatría, otros