agraviado, puso en juego todas las artes que pudo sugerirle su infernal ingenio para desacreditar y perder á quien no habia podido asesinar. Temia tal vez que de regreso á España CERVANTES habia de descubrir su infame proceder, y trató de ganarle por mano á fin de que sus rclaciones no fuesen creidas. Con este objeto se dedicó á esparcir voces denigrantes, y á recogerlas despues, seduciendo á varios cautivos y excitándolos á declarar en cierta informacion que intentó. Pero odiado como era, si la crédula docilidad de algunos pudo hacerle concebir alguna esperanza, solo encontró en los mas desprecio y resistencia. Despechado, pero no arrepentido, acudió á un medio de terror que en aquellos tiempos alcanzaba aun á los infelices cristianos que bogaban en las galeras ó trabajaban en las obras públicas en tierra de infieles. Arrogóse el titulo de comisario del Santo Oficio, con cédula y comision del Rey para cjercer alli sus funciones; presentóse al respetable Dr. Sosa para requerirle á que le reconociese como tal, y fué rechazado; lo mismo exigió de los padres redentores, quienes le pidieron exhibiese sus despachos: no pudo hacerlo, porque no los tenia: todo era falso; la Inquisicion no tuvo la desgracia de valerse de un hombre semejante.
Sin embargo, era preciso rechazar un golpe que lubiera podido repetirse. Con este propósito provocó CERVANTES una informacion de testigos, que por fortuna existe original en el archivo general de Indias establecido en Sevilla. En este precioso documento dieron sus declaraciones los cautivos mas autorizados que existian entonces en Arjel, exponiendo los hechos que hemos referido, y justificando la virtuosa conducta de CERVANTES en medio de aquellos trabajos.
En efecto, no perdió ocasion de alentar á los renegados medianamente predispuestos para que volviesen á sus antiguas creencias tímidamente abandonadas; trataba á todos con una gracia particular, que le conciliaba el afecto de cuantos le conocian; con lo poco que podia recoger socorria liberalmente á los mas necesitados, exhortaba á los pusilánimes, flacos y tibios, cumplia con los deberes de la religion, y componia versos, algunos de ellos sobre asuntos de picdad. Acaso á esta época deben referirse los romances infinitos de que habla él mismo en su Viaje al Parnaso.
Con este testimonio, que suplia con ventaja las perdidas cartas de recomendacion, vino CERVANTES lleno de seductoras esperanzas á besar las arenas de su patria y abrazar á su desconsolada familia. Su hermano Rodrigo, ascendido al grado de alférez, se hallaba sirviendo en las tropas que invadian el Portugal. Preparábase una expedicion sobre las islas Terceras, que apoyadas por la Francia y la Inglaterra negaban la obediencia á Felipe II y sostenian la pretension de D. Antonio, prior de Ocrato. CERVANTES creyó inocentemente que el mejor medio de adelantar en su carrera sería multiplicar servicios buscando ocasiones de distinguirse, y con esta idea se resolvió sin tardanza, no embargante su manquedad, á ofrecer su diestra, que vigorosa todavía y encallecida por los hierros podia muy bien esgrimir la espada.
Sirvió pues en las tres campañas de 1581 hasta 1583, y segun probables indicios concurrió á la accion naval del 23 de julio de 1582 en las aguas de la isla de San Miguel, y al sangriento desembarco verificado en la isla Tercera, en 15 de setiembre del año siguiente, á las órdenes de su antiguo general D. Alvaro de Bazan, marques de Santa Cruz; pero no tenemos noticias positivas de sus aventuras y hechos de armas en estas expediciones: solo sabemos que por aquellos tiempos fué enviado á Mostagan con cartas y avisos del alcaide de aquella fortaleza para Felipe II, quien le mandó pasar á Oran. Tambien con esta época debieron coincidir ciertos amores con una dama portuguesa, de quien hubo una hija natural llamada D." Isabel de Saavedra, que formaba despues parte de su familia, como se dirá.
Concluida la guerra con la reduccion de todas las posesiones ultramarinas pertenecientes á la monarquía portuguesa, y desvanecidas las probabilidades de fortuna por este camino, dejó CERVANTES el servicio militar y fijó su domicilio, despues de quince años de vicisitudes y adversidades.