nombre nacional, a pesar de los esfuerzos puramente oficiales de los conquistadores para reemplazarlo por denominaciones convencionales de la Península.
XXIV
Fáltanos todavía, a fin de introducir un poco de vida i colorido al final de esta discusión de los oríjenes de nuestra patria, narrar un lance verdaderamente estraño que precedió a la conquista de Valdivia i aun al descubrimiento de Almagro, i que tuvo lugar, por tanto, en pleno dominio aboríjene.
XXV
Venia enrolado entre la soldadesca de los Pizarros un sevillano llamado Pedro Calvo Barrientos, hombre vulgar, pero de grandes alientos i agudo injenio. Por alguna villanía o indisciplina de que se hiciera reo en el Cuzco, cortáronle las orejas i lo pasearon afrentosamente por las calles, según la bárbara costumbre española, llamada entre nosotros, hasta hace poco, la vergüenza pública.
Profundamente ofendido por aquel castigo inhumano, «i como un español—dice Diego de Rosales hablando de este preciso caso—estima mas la honra que la vida, i mas en las Indias, donde todos se procuran hacer caballeros,» dirijióse el infeliz Barrientos al Inca Manco, que en prosecucion de