cuatro españoles bien dispuestos «para no aventurar mas».
Pero si los esploradores del reino de Chile i del vireinato de Buenos Aires no habian logrado descubrir el paradero de los imajinarios Césares, dejaban abierta la huella de adelantos jeográficos que de otra suerte habrian tardado años, si no siglos, en verificarse.
De esa suerte, don Luis de Cabrera fué, por el lado de la opuesta banda de los Andes, el predecesor de Villarino (1783) i del teniente Muster (1870) en las esploraciones del rio Negro, como en esta parte de las cordilleras, el padre Mascardi (1666) i Juan García Tao (1619) lo fueran del padre Melendez (1792), de Doll (1844), de Fonck (1855), de Cox (1858), i del último viajero científico que, por el rumbo de la Patagonia setentrional, ha llegado a veinte leguas de la laguna chilena de Nahuelguapi (1876),—el distinguido naturalista arjentino don Francisco Moreno.
Hácia lo largo de la costa patagónica que baña el Pacífico, a las escursiones del correjidor García Tao i del gobernador Rueda, que se estendieron pro-