Página:Benjamín Vicuña Mackena - Relaciones históricas.djvu/708

Esta página ha sido corregida
27
la ciudad encantada de los césares

gos del obispo de Palencia habrian ya desaparecido por completo, o, por lo ménos, se habrian refundido de tal modo entre las tribus patagónicas o con los viracochas del Perú, que no eran ya españoles ni cristianos, sino simplemente indios como los de Boroa, hijos de las cautivas del saco de Valdivia, cincuenta años hacia.

Ni por esto ni por jénero alguno de juiciosas reflexiones desarraigábase aquella estrada, si bien humanitaria i noble supersticion, aun en los espíritus mas ilustrados.—«Quiera la Divina Majestad—esclamaba Diego de Rosales cuando daba punto a su historia, que ha desenterrado la mayor parte de estas noticias perdidas para todos los historiadores—compadecerse de estos españoles, que cuando esto se escribe año 1674, há ciento veintinueve años se perdieron»...

La principal zozobra del buen jesuita, que habia andado a los rodeos por la tierra de los Césares misionando entre los puelches, era dirijida a que los nietos i biznietos de los Césares no perdieran la fe de sus mayores i se enrolaran, como los cautivos de las siete ciudades, entre los secuaces de Satan, Por esto recomendaba con ahínco que se les buscase, señalaba el paso de Villarica como el mas adecuado, i aconsejaba no enviar costosas expediciones, sino