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la ciudad encantada de los césares

aquella comarca de la Patagonia, hácia el grado 46 de latitud meridional, habian poblado los súbditos de Atahualpa cuando huyeron espantados de la tea que puso fuego a la pira de su inhumana inmolacion. Gobernaba todavía aquella colonia Topa-Inga, deudo cercano del monarca destronado, i caudillo i fundador de aquella desde hacia mas de treinta años.

La capital del nuevo reino del Sol era tan vasta i tan rica como la antigua Nínive, i al decir de los fujitivos que la recorrieron, debia ser superior en área a Londres i a Pekin, porque «por la calle principal donde los fueron llevando (declararon ellos bajo la relijion del juramento, en Concepcion), caminaron dos dias poco a poco, i vieron gran multitud de oficiales plateros con obras de vasija de plata gruesas i sutiles, i algunas piedras azules i verdes, toscas, que las engastaban».

Ofrecieron a los dos caminantes aquellas buenas jentes, que eran tan hospitalarias como acaudaladas, i a mas, de «rostros aguileños, lucidos e injeniosos,» cuanta plata quisieran llevar consigo en su jornada. Mas, por no embarazarse en la fuga, rehusaron todo los últimos, escepto una escolta de indios que los puso en salvo, conduciéndolos a tierra de cristianos