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—Hay que hacer desaparecer todo esto - dijo Marcet cuando, hecha la repartición, volvieron á salir con las mis- mas precauciones que tomaron al entrar.
Y siguieron hacia la casa de Marcet con aquel objeto.
Alllegará ella, Alzaga exclamó:
—¡Ah, caramba!
—¿Qué? —le preguntaron los otros.
—¡Que he dejado mi puñal en la volanta!,
—No importa—le contestó Marcet, —mañana temprano yo iré por él con algún pretexto, pues hacerlo ahora sería imprudente. Conque á hacer desaparecer todo vestigio que pueda comprometernos, y mañana, como ya les he dicho, iremos á la casa de nuestro crimen: haremos lavar con los sirvientes las huellas sangrientas que alli hayan quedado, y cuando se descubra la desaparición de nuestro hombre, seremos los primeros en buscarlo y en manifestar nuestro desagrado por su desaparición, por la desaparición de «nuestro amigo,» de nuestro inseparable amigo... Tú, Arriaga, devuelves las llaves á «misia» Eduvigis, manifes- tando que la casa no conviene al señor Dehesa y... ¡que venga después el más lince á sospechar siquiera que nos: otros hemos sido los autores de esa desaparición! ¡Felices noches, compañeros! ¡A dormir en paz!