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Y

—Algo hay de eso, pero no es eso—replicó Marcet.

—¿Pues entonces? —volvió á preguntarle Alvarez, mien- tras Alzaga y Arriaga permanccian mudos, esperando la solución.

—Lo que más me gusta--dijo por fin Marcet, exten- diendo el brazo—es aquella noria abandonada en lugar tan solitario... ¡Qué bien dispuesta está!

Y lanzando una de sus risas nerviosas, añadió: —¡Qué linda para pescar mojarritas! —mirando significativamente á Alzaga y Arriaga, que debieron leer algo siniestro en aquellos ojos, mientras Alvarez rió también, diciendo:

—Este Marcet siempre tan original. ¡Cómo va á pescar mojarras en una noria!.. ¡Qué ocurrencia!