Página:Barreda Cronicas.djvu/76

Esta página no ha sido corregida
— 76 —

Y marchando de un lado para otro, Marcet se detuvo una tarde ante un pozo sin brocal, ó mejor dicho, ante un pozo rodeado de grandes piedras y con una boca enorme, alejado de la casa.

Era una vieja noria de la que ya no se hacia uso. Mu- cho debió llamarle la atención, porque después de obser- var gran rato le preguntó á uno de los peones que allí estaba:

—¿Y hay mucha profundidad en ese pozo?

—Según —le contestó éste;—pero la suficiente para que se pueda ahogar un cristiano, si por desgracia se ca- yera ahi.

—¿Cómo «según?»

—Si, señor, como el agua es manantial, unas veces sube y Otras baja; pero siempre queda la suficiente para que pueda acontecer lo que Dios no permita.

—¿Y qué profundidad ticne cuando «baja?»

—Cuando mucho, tres varas. Vea—añadió el peón, to- mando una cuerda que alli habia y atando á ella una pie- dra,- ahora ha bajado y le voy á mostrar...

Y uniendo la acción á la palabra, arrojó la piedra que tardó en llegar al fondo algunos segundos. Luego, tiró de ella y midió con los brazos la parte mojada.

—Ya ve—le dijo, después de haber contado: — cuatro brazados; hay para ahogarse un gigante.

Marcet aprobaba con el gesto, observando detenida- mente la operación de medir...

Volvió al lado de sus amigos á quienes Alzaya, en ese momento, ponderaba las cualidades de tal ó cual caballo.

—¿Siempre con el mismo tema?—les preguntó fastidia- do de aquello y cambiando de fisonomia, como si hubiera descifrado un gran problema.—¿Saben lo que más me gusta de esta quinta?

—¿Las naranjas?—le preguntó Alvarez, riendo.

—No, amigo.

—¡Ah!, ya sé: ¿lo lejano que está de la ciudad y que nos proporciona la satisfacción de que nadie se entere de nues- tros holgorios?