Página:Barreda Cronicas.djvu/55

Esta página no ha sido corregida
— 55 —

Y uniendo la acción á la palabra, sirvió cn los vasos la alcoholizada bebida.

Cuando llegó al que uno de los mozos había colocado delante de Alvarez, éste lo retiró.

—¿Qué, no va á acompañarnos? No puede ser, amigo Alvarez. Sobre todo no estando su hermano ..

—Es que no tengo costumbre...—murmuró Alvarez, titubcando, y sin darse cuenta de la doble intención de Azcuénaga.

—Pues, con nosotros hay que acostumbrarse—lo dijo Marcet,—¡y basta de remilgos..., señor banquero! ¡A be- ber su ponche como todos los demás!

—Temo que me haga daño...

—¿Qué le va á hacer daño un vaso de ponche? -—le pre- guntó Alzaga, añadiendo, con la ironía de Azcuénaga: — Debe usted acompañarnos siquiera por la envidia que le merezco.

—¡Bravo! — aplaudieron los otros riendo.

—Yo le pido que nos acompañe en nombre de nuestra flamante amistad.

—¡Ah!, pues si usted me lo pide en nombre de nuestra amistad, aunque me haga mal, bebo —repuso Alvarez, to- mando precipitadamente su vaso y chocándolo con nervio- sa y zurda alegria con el de Alzaga, mientras los demás aplaudian estrepitosamente su resolución.

—Decididamente—repuso Arriaga, después que bebie- ron, dirigiéndose á Alzaga,—lo tienes catequizado á tu tocayo.

—La simpatia es uno de esos afectos irresistibles —aña- dió Azcuénaga con entonación burlona.

Alzaga echó cartas, á las que Arriaga y Azcuénaga apuntaron.

—¿Y tú?—le preguntó á Marcet, viendo que no lo hacia.

—No son mis puntos —contestó Marcet observando,

Alzaga dirigió la mirada á don Francisco.

— ¿Y usted? —le preguntó.

— ¿Yo?..—replicó éste que seguia tomando á sorbitos lo