Página:Barreda Cronicas.djvu/54

Esta página no ha sido corregida
— 54 —

No tanto, don Jaime, no tanto... —murmuró Alvarez, enrojecido el rostro y alargando con timidez su diestra que Alzaga estrechó friamente.

—-¿Que no? Pues no dicen eso sus agentes don Celestino Martinez y el coronel don Juan Antonio Argerich, los que, día tras día, le traen numerosas letras á descontar...

—«Pichuleos,» amigo don Jaime, «pichuleos...» —excla- mó Alvarez, riendo y haciéndose el modesto.

—Lo que yo sé decir de este nuestro amigo, con res- pecto á ti, Alzaga, es que tenia muchos deseos de conocer- te personalmente—siguió Arriaga.

—Cierto—añadió Azcuénaga, —y no es extraño, ¡tanto le hemos hablado de ti y de tus conquistas amorosas antes de tu casamiento!..

—Que en un momento de entusiasmo genial - exclamó: —«¡Cuánto envidio á mi tocayo!»

—¡Vamos, señor don Juan Pablo!.. ¡Vamos, señor don Miguel! —barbotó el ricacho prestamista de la Recova, haciendo contorsiones de fingida seriedad y volviéndose á enrojecer hasta los ojos.

—Pues nada tienen de envidiable—repuso Alzaga, en- cogiéndose de hombros y observando, con disimulado des- precio, la vulgar figura del gallego, que seguía contom- plándolo con bonachona admiración.

—Vaya, ya está el ponsche—dijo Azcuénaga, viendo que llegaba un mozo conduciendo una inmensa sopera llameante, y otro con una bandeja en que habia vasos, cucharas y azucarera.—¿Supongo, Alzaga—añadió,—que no me desairarás?

—Tomaré por complacerte.

—¡Cómo, por complacerme nada más! ¿Que ya no bebes?

Y añadió con expresión de lástima burlesca:

—¡Lo qué es mudar de estado! ¡Lo qué es depender de una mujer!..

- Si, Miguel, bebo y..., ¡basta! - exclamó Alzaga, con arranque de enojo :

—¡Basta! -repitió Azcuénaga, riendo, —y permitidme ser el anfitrión...