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todos, pues cuando el «terrible Curú» quiso entregarle la parte que lo tocara, diciéndole:
—Toma tú, Lorenzo Salay —agregando,—aunque no la mereces, —ósto lo contestó, despreciativo:
—¡Tienes razón, Martin Pereyra, no la merezco y no la quiero, porque yo no acepto plata robada!