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El terrible «Curú»

—¡Atrás, canalla! —bramó la india, como brama el hu- racán en las encrespadas olas, yendo á ellos con tan impo- nente actitud que aquellos hombres callaron, retrocedien- do atemorizados.

Ipond, esgrimiendo en la diestra su grueso y largo cu- chillo, los estuvo observando, desapareciendo luego, de su actitud y semblante, la rabiosa fiereza con que los enmu- deciera, mientras el aventurero, sin armas que oponerles, log miraba fijamente cruzado de brazos y ellos la obser- vaban suspensos.

—Yo te conozco—dijole al fin la india á uno de aquellos hombres, y como si una idea trabajara en su cerebro.—Tú eres Bruno Páez.

—Y yo también á ti, Iponá —contestó él.— Es decir —aña- dió, un tanto irónico: —te conozco ahora que nos miramos cara á cara, aunque, francamente, nunca me hubiera ima- ginado...

—¿Te acuerdas, Bruno Páez - continuó ella, —cuando te salvé la vida al llevarte preso los soldados del Fijo para fusilarte?

—No lo he olvidado—respondió el llamado Bruno Páez,

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