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WA GÍA AAA

RAFAEL BARREDA

EL PRÍNCIPE BANDIDO

——__A—Á

El combate naval

¡Qué fin de siglo el de 1800 y qué principio el del lla- mado de las luces!

Ya tendréis conocimiento de ello. ¡De todas partes, ma- res y tierras, se olan los retumbos de las armas de fuego; el chocar de las armas blancas, el clamor incesante de la pelea, los lastimeros ayes del herido, el gemir de las en- lutadas madres, el llanto de los pequeñuelos huérfanos, el frenético vocear de los vencedores! Aquellas continuas alarmas y aquellas crueles sorpresas, habian reemplazado á la tranquilidad de los hogares, que bien podia llamarse vegetativa. Las herramientas del fructifero trabajo troca- do se habian por los mortiferos instrumentos del combate. ¡Un río de sangre bañaba los desolados campos, las som- brias calles de las grandes ciudades, de los pequeños pue- blos, de las tristes aldeas!

Y mientras el futuro emperador de los franceses, aquel demonio ó aquel dios, según la curiosa dualidad de la histo- ria, surgido del turbión de la más grande y sangrienta de las conmociones populares, llevado por sus instintos béli-