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sólo instante de vida, lo emplearia en perdouar á sus ase- sinos. ¡'al era su bella alma!

»¡Y ha sido asesinado por una vil suma!

»¿Y no habia más medio que su muerte y una muerto tan bárbara como alevosa?

»¡Síiquiera los homicidas le hubieran robado no más!..

»¡Siquiera le hubieran puesto la vida al precio de toda su fortuna!

»¡También en la mia, la hubiera yo sacrificado por sal- varlo!..

»¡Pero tuvieron la ferocidad bastante para ensordecerse á las primeras y dolientes quejas de la amistad traicio- nada!..

»¡No se estremecieron siquiera en los últimos ayes de aquella vida inocente que arrancaba su pérfido puñal!..

»¡Asesinos de mi hermano infeliz! Sabed que todos los bienes empapados en sangre que me ha legado vuestro crimen, no valia una hora sola de la vida de esa vuestra victima, y si sois capaces de arrepentimiento, recordad también ahora, que más fácil os fuera haber conquistado de su generosidad ó, si queréis, de su timidez, todo el oro que buscabais, que haberlo poseido por los medios horri- bles de la traición, de los puñales y de la muerte.

»Quizá ya lo habréis conocido, aunque tarde; pero aún os resta sentir, que este remordimiento y los que siguen á la perfidia y alevosía, son los mejores venga- dores del inocente que pereció y de la familia que lo ha de llorar.

»Por lo que á mí toca y honrando la memoria de mi des- graciado hermano, yo compadezco, como el primero, á sus asesinos y, más generoso que lo que ellos tuvieron de crue- les, como hombre, los perdono, y en clase de ciudadano, capitulando con mi deber, no me presento como acu- sador.

»¡Ciudadanos!..: compadezcamos todos á los criminales, cualesquiera que sean. Sobrados acusadores tienen ellos en la execración pública, en los testigos de su crimen y en la tenebrosa conciencia.