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extraño, especie de proclama filosófica, oración fúnebre, perdón, anatema, que el heredero del muerto, su herma- no, don Angel, presentaba como «homenaje de gratitud» y «tributo de dolor» «á la humanidad» y «á la justicia del pueblo.»

Da idea de una de las costumbres de aquellos tiempos y por eso lo reproducimos integro:

«A la memoria de un hormano inocente, víctima del crimen más atroz. Habitantes del virtuoso pueblo de Bue- nes Aires: el momento en que la Providencia ha descu- bierto los planes del crimen y revelado el misterio é ini- quidad con que los asesinos habian encubierto el homicidio más alevoso y famoso, señalando el sitio donde se habia sepultado el cadáver de mi hermano.

»Este momento en que su sola vista ha hecho estremecer al más frio de los espectadores, es el momento también en que mi corazón no puede menos de desahogarse publican- do su agradecimiento y su dolor.

»¿Qué sería de los mortales que sufrimos estos grandes golpes de desgracias, si no halláramos en nuestros seme- jantes la compasión y en nosotros mismos la facilidad de agotar por las lágrimas y el doliente grito las angustias que nos abrogan?

»¿Qué seria de la existencia del padre, del hijo, del her- mano, que salvaron de la crueldad del komicida, sin los sentimientos consoladores y vitales de la gratitud, que se excita, cuando ése nos compadece y del amor que se en- ciende cuando se nos despoja para siempre de lo que más amábamos?

»Ciudadanos: estos sentimientos que despiertan celosos con el golpe del mismo puñal homicida, á despecho del crimen, poniéndose al lado de la justicia pública en ven- ganza de la inocencia sacrificada, son los únicos que me han podido dar resistencia para sobrellevar la pérdida de un hermano y el tiempo bastante para publicar á la faz del mundo, que apenas se le hizo desaparecer del seno de la sociedad, todos y cada uno de los habitantes de este pueblo tomaron el más vivo interés en saber el modo cruel