Página:Barreda Cronicas.djvu/109

Esta página no ha sido corregida
— 109 —

— 109 —

«—¡Adiós, mujer querida!.. ¡Contigo y con mi hijo se queda mi alma!»—exclamó Alzaga, y salió de alli, llevan- do un infierno en el corazón.

Volvió á montar á caballo y dejó que éste galopara á su antojo hacia la querencia.

¡Oh, si en aquel instante la justicia le hubiese salido al encuentro, es seguro que Alzaga se habria hecho matar.

¡Pero aun le restaba otra inmensa emoción!

Cuando volvió á la quinta de Terrada, alli lo esperaba su hermano.

Aquella entrevista colmó los dolores de su arrepenti- miento.

¡Un mar de lágrimas silenciosas bañaron los rostros de aquellos dos seres tan distintos!

No hubieron recriminaciones, disculpas ni arrepenti- mientos.

¿Para qué? Aquella tremenda desgracia ya no tenia remedio.

Francisco le habló de lo que le había pasado con Ca- talina...

—Tu hijo — le contestó Félix —veudrá á mi lado y se criará junto con los mios.

— ¡Y cuando sepa el crimen de su padre, se morirá de vergiienza!..

— Ya cuidaré yo de que nunca lo sepa. Por triste que mesca decirtelo, para él su padre habrá muerto..., ¡muerto gloriosamente! ¡Adiós, Francisco, adiós para siempre, her- mano mio!.. Carlos tiene todas las instrucciones para tu fuga... ¡Adiós!

—¡Para mi desgraciada madre, Félix, á la que no pue- do darle el último adiós —-exclamó Francisco, besándolo al abrazarlo

Félix le había entregado á Terrada un paquete de onzas; todo el dinero de que podia disponer en aquellos momentos para su hermano.

Le habia dado, además, una carta para un amigo de toda su confianza que tenia embarcaciones en el Riachue- lo, con objeto de que, disfrazado, condujera á Francisco á.