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encontraba Sansón. Al verlo, agaché las orejas é hice un movimiento abriendo la boca comopara morderlo.

—Retírate de ahí—le dijo el amo,—y ponte donde no te vea; has dado un mal rato á este animal.

Sansón murmuró algunas palabras, entre las que distinguí las de «vicioso bruto.»

—No hay tal cosa—le dijo su padre;— es que un hombre de mal carácter nunca podrá lograr que un animal lo tenga bueno. Tú no has aprendido aún tu oficio, Sansón.

Me condujo á la cuadra, me quitó él mismo la montura y el freno, y me amarró al pesebre; pidió un cubo con agua caliente y una esponja, se quitó la chaqueta, y, mientras el mozo de cuadra le sostenía el cubo, lavó mis costados con el cuidado de quien conocía perfectamente cuán lastimados estaban. Aquel baño me confortó mucho. Tenía además los lados de la boca rotos de tal manera, que me era imposible comer el heno, pues sus tallos me lastimaban. Me los examinó detenidamente, movió la cabeza, y dijo al mozo que me trajese un buen pienso de salvado remojado y que pusiera en él alguna harina; aquello era delicioso, al mismo tiempo que suave y cicatrizante para mi boca. Permaneció