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edad, he visto mucho, y puedo asegurar á usted que no hay en todo el país un lugar en donde se trate mejor á los caballos que aquí. Juan, que es la bondad personificada, lleva catorce años en la casa; y en cuanto á Jaime, no es posible encontrar un muchacho mejor; de modo que si Jengibre no se halla en esa cuadra, ella sola se tiene la culpa.

Juan Carrasco era el nombre del cochero de la casa, el cual vivía, con su mujer y un pequeño niño, en las habitaciones destinadas á la servidumbre, y muy cerca de las caballerizas. A la mañana siguiente me sacó al patio y me hizo una limpieza general, y cuando volví á mi cuadra, el caballero Gordon vino á verme y pareció estar muy satisfecho de mí.

—Juan —dijo al cochero,— pensaba probar el caballo esta mañana, pero tengo otras cosas que hacer. Puede usted sacarlo y darle una vuelta después de almorzar; vaya usted por el camino real hasta el pinar, y vuelva por los molinos y el camino del río; con esto probará su paso.

—Está bien, señor— contestó Juan.

Después del almuerzo vino y me puso el freno. Mostró un especial cuidado en alargar y acortar las correas, á fin de que no sintiera ninguna molestia; trajo un galápago que era un poco chico. para mi lomo, lo cual vió al instante, y fué á