Esta página ha sido corregida
— 25 —
IV
EL PARQUE DE BUENAVISTA
En la época á que me voy á referir, me encontraba ya en caballeriza, y diariamente era aseado todo mi cuerpo con almohaza y cepillo hasta que el pelo relucía como las alas de un cuervo. Una mañana, á principios de mayo, vino á la granja un criado del caballero Gordon y me llevó á casa de aquel señor, á quien había sido vendido. Mi antiguo amo me despidió diciéndome:
—Adiós, Negrito; sé bueno, y pórtate lo mejor que puedas.
Yo no le pude decir «adiós», pero aproximé mi hocico á su mano; me acarició bondadosamente, y de este modo abandoné mi primer hogar. Como viví algunos años en poder del caballero Gordon, voy á decir algo acerca de aquella casa.