XIV
ARRUINADO Y CUESTA ABAJO
Tan pronto como se cicatrizaron bien mis heridas, me llevaron á pasar una temporada en un pequeño potrero, donde no había ningún otro animal, y donde, á pesar de gozar de completa libertad y abundante y dulce hierba, como estaba acostumbrado á la sociedad de mis compañeros, me encontraba sumamente solo. Jengibre y yo habíamos llegado á hacernos íntimos amigos, y echaba mucho de menos su compañía. Relinchaba cuando oía pisadas de caballos en el camino inmediato, pero rara vez recibía contestación. Una mañana se abrió el portillo, y cuál no sería mi sorpresa al ver entrar á mi querida Jengibre. El mozo que la conducía le quitó la cabezada y la dejó allí. Dando un relincho de alegría, corrí á su encuentro; los dos nos manifestamos igualmente contentos de vernos, y pronto