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Aventuras

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el presidio. El caso, en cierto modo, no ha estado desprovisto de interés.

—Yo no alcanzo á ver bien todos los períodos del razonamiento de usted—observé yo.

—Voy á explicarme. Por supuesto, desde el principio era obvio que ese señor Hosmer Angel debía tener alguna poderosa razón para su extraña conducta, y estaba igualmente claro que la única persona que aprovechaba realmente del incidente, en cuanto alcanzábamos á ver, era el padrastro. Después, era muy sugerente el hecho de que nunca se juntaban los dos hombres, pues el uno aparecía cuando el otro estaba ausente. No menos sospechosos eran los anteojos ahumados, la voz rara, pues ambos olian desde lejos á disfraz, como también la tupidas patillas. Confirmó mis sospechas la peculiar idea de escribir su firma con la máquina, pues esto indicaba claramente que su letra era tan familiar para la joven, que ésta la reconocería hasta en la menor muestra. Ya ve usted que todos estos hechos aislados, junto con otros más pequeños, apuntaban en la misma dirección.

—Y cómo los comprobó usted?

—Una vez que dí con mi hombre, era fácil corroborarlos. Yo conocia la casa de la cual era corredor Windibank. Tomé la filiación publicada en el aviso, y eliminé de ella todo lo que pudiera ser resultado de disfraz: las patillas, los anteojos, la voz, y envié la filiación así reformada, al gerente de la casa, con el ruego de que me