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de Sherlock Holmes

No, no es ese el punto. Sin embargo, voy á escribir dos cartas que resolverán el asunto.

Una es para una firma de la City, la otra para el señor Windibank, el padrastro de la joven; á éste le preguntaré si puede venir á vernos mañana á las seis de la tarde. Al fin y al cabo, es conveniente entenderse con los parientes masculinos. Y ahora, doctor, nada podemos hacer hasta que nos lleguen las respuestas á esas dos cartas, de modo que pondremos nuestro pequeño problema en la casilla de los aplazados.


Yo había tenido ya tantas razones para creer en el sutil poder de razonamienso de mi amigo y en su extraordinaria energía en la acción, que comprendí que debía tener algunos fundamentos sólidos para la manera segura y desembarazada con que trataba al singular misterio que había sido llamado á sondear. Sólo una vez le había visto fallar: el caso del rey de Bohemia y de la fotografía de Irene Adler; pero cuando volvi la memoria al intrincado asunto de la Señal de los Cuatro y á las extraordinarias circunstancias del Estudio en Escarlata, me dije que la madeja que él no pudiera desenredar tenía seguramente que estar muy enredada.

Le dejé en su cuarto, todavía exhalando el humo de su pipa negra de yeso, con la convicción de que, al volver en la mañana siguiente, encontraría en sus manos todos los elementos necesarios para descubrir la identidad del des—

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