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Aventuras

G esposo de la cual encontró usted tan fácilmente cuando la policía y todos lo habían dado por muerto. ¡Oh, señor Holmes! 1Ojalá pudiera usted hacer otro tanto por mi! No soy rica, pero de todos modos, tengo unas cien libras anuales que me pertenecen personalmente, aparte de lo que gano en la máquina, y lo daría todo por saber lo que ha sido del señor Hosmer Angel.

—¿Por qué ha venido usted tan á prisa á consultarme?—preguntó Sherlock Holmes, con las puntas de los dedos juntas y los ojos en el cielo raso.


Otra vez apareció una expresión de asombro en la cara en cierto modo inexpresiva de la señorita María Sutherland.

—Sí; sali violentamente de la casa—dijo—porque me enojó el ver la indiferente manera con que el señor Windibank, es decir, mi padre, tomaba el asunto: no quería advertir á la policía, ni venir á ver á usted, y su inacción y sus repetidas afirmaciones de que no había motivo para alarmarse, me sacaron de quicio por último. Me he marchado de la casa con todas mis cosas, y he venido directamente á ver á usted.

—El padre de usted—dijo Holmes—el padrastro, puesto que su apellido es diferente del de usted.

—Sí, mi padrastro. Le digo padre, aunque parece raro que llame así á un hombre que es apenas cinco años y medio mayor que yo.