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de Sherlock Holmes

persona asomó por detrás de la pequeña figura negra del sirviente, parecida á una fragata con sus velas desplegadas, detrás de un frágil botecillo. Sherlock Holmes la saludó con la desembarazada cortesía que era una de sus cualidades notables, y después de haber cerrado la puerta y hecho que la visitante se sentara en un sillón, la miró con la manéra minuciosa y al mismo tiempo abstraida que le era peculiar.

—No le parece á usted—dijo que tan corta de vista como es usted, es esforzarse demasiado el trabajar tanto en la máquina de escribir?

—Al principio tenía que esforzarme muchocontestó; pero ahora sé donde están las letras sin mirar, Pero en seguida, dándose cuenta de todo el significado de la observación de Holmes, se estremeció violentamente, y miró con temor y asombro la ancha cara de su interlocutor, que rebosaba de buen humor.

—Usted ha oído hablar de mí, señor Holmes!

exclamó. Sino ¿cómo podría usted saber www eso?

—No importa—dijo Holmes, riéndose:—es parte de mi profesión el saberlo todo. Quizás me habré ejercitado en ver lo que para otros pasa inadvertido. Y si así no fuera ¿por qué habría usted venido á consultarme?

—He venido á ver á usted, señor, porque he oído hablar de usted á la señora Etherege, al

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