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Aventuras

que yo supiera dónde estaba, me encontré mascullando respuestas que me susurraban en el oído, y certificando cosas de que nada sabía, y, en resumen, contribuyendo al seguro enlace de Irene Adler, soltera, con Godfrey-Norton, soltero. Todo se hizo en un instante; y el caballero me daba las gracias por un lado y la dama por el otro, mientras el clérigo me bendecia por delante. Mi situación era la más extraña en que me había visto en mi vida, y el recuerdo de ella era lo que me hacía reir aquí ahora. Parece que había algún defecto en la licencia para el casamiento, que el sacerdote se negaba terminantemente á casarlos sin que hubiera un testigo, de cualquier clase que fuera, y que mi afortunada aparición salvó al novio de salir á la calle en busca de un padrino. La novia me dió un soberano, y yo me propongo llevarlo en la cadena de mi reloj, en recuerdo del lance.

—Ese giro del asunto ha sido de lo más inesperado—dije;—¿y qué sucedió después?

—Que me hallé con mis planes muy seriamente amenazado. Aquello parecía indicar que la pareja se preparaba á ausentarse inmediatamente, lo que requería de mi parte medidas rapidísimas y enérgicas. En la puerta de la iglesia, sin embargo, se separaron, él para volver al templo, y ella á su casa. «A las cinco, como de costumbre, estaré en el Parque»—dijo ella al marcharse. Cada uno se fué en su dirección, y yo me vine á hacer también mis arreglos.