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Aventuras

senté al lado del fuego con la intención de esperarle, por mucho que tardara. Su investigación me interesaba ya profundamente, pues, aunque no veía en torno mío ninguna de las circunstancias sombrías y extrañas que caracterizaban los dos crímenes relatados ya por mí en otra parte, la naturaleza del caso y la elevada posición del cliente daban, sin embargo, un carácter propio al asunto. Ciertamente, aparte de la naturaleza de la investigación que mi amigo tenía entre manos, había algo en su magistral manera de dominar una situación, en su agudo, incisivo razonamiento, que hacían un placer para mí el estudiar su sistema de trabajo y seguir los rápidos, sutiles métodos con que desenredaba los más inextricables misterios.

Tan acostumbrado me hallaba á sus invariables triunfos, que hasta la posibilidad de un fracaso había cesado de venirme á la cabeza.

Eran casi las cuatro cuando la puerta se abrió y un groom con cara de borracho, de ademanes bruscos y patillas cortas, cara inflamada y ropas indecentes, entró en el cuarto. No obstante lo acostumbrado que estaba á la pasmosa habilidad de mi amigo para disfrazarse, tuve que mirarle tres veces antes de adquirir la certeza de que realmente era él. Saludó con la cabeza y se eclipsó en el dormitorio, de donde salió á los cinco minutos decentemente vestido y con su aspecto digno de siempre. Metiéndose las manos en los bolsillos, estiró las piernas delante