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Aventuras

del hombre, el cual, entonces, levantó su bastón para defenderse, y al darle vuelo hacia atrás, rompió la vidriera de una tienda. Peterson había corrido á proteger al hombre contra sus asaltantes; pero éste, asustado de haber roto el vidrio y al ver que se acercaba una persona vestida con un uniforme que le daba aspecto oficial, dejó caer el ganso, echó á correr, y se perdió en el laberinto de callejuelas que se extiende por detrás de la Avenida Tottenham. También los vagabundos habían huído al aparecer Peterson, de modo que éste quedó dueño del campo de batalla, y también del botín de la victoria, que consistían en este raído sombrero y en el más irreprochable ganso de Navidad.

—Los cuales, naturalmente, debieron ser devueltos á su dueño?

—Querido amigo: ahí está el problema.—Cierto es que en una pequeña tarjeta atada á la pata izquierda del ganso estaban impresas estas palabras: «Para la señora de Enrique Baker», y verdad es también que las iniciales «E. B.» están legibles en el forro de este sombrero; pero como hay algunos miles de Bakers y algunos centenares de Enrique Baker en esta nuestra ciudad, no es fácil devolver estos bienes á su legítimo dueño.


—Entonces ¿qué hizo Peterson?

—Me trajo las dos cosas, sombrero y ganso, en la misma mañana de Navidad, sabedor como es de que hasta los más pequeños problemas