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Aventuras

labio sujetándolo con la ayuda de un pedazo de yeso color de carne. En seguida, con una peluca de cabellos rojos y un traje adecuado, me situé en el lugar más transitado de la City, ostensiblemente para vender fósforos, pero en realidad para pedir limosna. Siete horas estuve allí, y cuando volví á mi casa, vi, con sorpresa, que había recibido nada menos que veintiséis chelines y cuatro peniques.


Escribi mis artículos y casi no pensé en el asunto hasta que, algún tiempo después, endosé un pagaré de un amigo, y me encontré con mi firma protestada por 25 libras. Se me habían agotado los resortes para encontrar ese dinero, cuando de improviso me asaltó una idea. Supliqué al acreedor que me concediera un plazo de quince días, pedi á mis jefes una licencia de la misma duración, y empleé ese tiempo en mendigar en la City, disfrazado. A los diez días tenía ya reunida la suma y pagué la deuda.

Pues bien: imagínense ustedes si sería duro volver á una labor ruda por dos libras á la semana, cuando sabía que podía ganar tanto como eso en un día, con sólo embadurnarme la cara con un poco de pintura, poner mi gorra en el suelo y quedarme quieto. Hubo una larga lucha entre mi orgullo y el dinero, pero éstetriunfó al último, y abandoné el periodicucho y me senté, día tras día, en el rincón que desde el principio había escogido, inspirando compasión con mi horripilante cara, y llenándome de cobre