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Aventuras

ciertamente, el desaparecido. Le conozco por la fotografía.

El hombre se volvió con la expresión atrevida de quien se abandona á su destino.

—Y si así fuera,—dijo—podrían ustedes decirme de qué se me acusa?

—De haber hecho desaparecer al señor Neville Saint... toh, vamos! no se le puede acusar á usted de eso, á no ser que se le dé la forma de tentativa de suicidio—dijo el inspector con gesto agrio.—La verdad es que hace veintisiete años que estoy en la fuerza, y éste es el caso más extraordinarío que he visto.

PAGAME

—Si yo soy Neville Saint Clair, es evidente que no se ha cometido crimen alguno, y que, por consiguiente, se me tiene preso ilegalmente.

—No se ha cometido un crimen, pero sí un grave error—dijo Holmes.—Mejor hubiera sido que tuviera usted confianza en su esposa.

—No era por mi mujer, era por mis hijos—gimió el preso.—Dios mediante, nunca hubiera consentido en que se avergonzaran de su padre!

¡Dios mío! ¡Qué situación! ¿Qué puedo hacer ahora?

Sherlock Holmes se sentó á su lado en la cama y le dió unos golpecitos cariñosos en el hombro.

—Si deja usted á una corte de justicia el cuidado de aclarar el asunto—dijo—por supuesto que le será dificil evitar la publicidad. Por el contrario si convence usted á las autoridades de