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de Sherlock Holmes

Has hecho muy bien en venir. Ahora, vas á tomar un poco de vino con agua y á sentarte aquí cómodamente y decirnoslo todo. O quieres mejor que Santiago vaya á acostarse para que estemos solas?

—10h, no, no! Necesito que el doctor me aconseje y me ayude también. Se trata de Isa. Hace dos días que no ha vuelto á casa. Temo tanto as boas que le haya sucedido algo!

No era la primera vez que nos hablaba de la condición de su marido, á mí como á médico, á mi mujer como á una antigua amiga y condiscípula. La calmamos y consolamos con las mejores palabras que pudimos hallar. ¿Sabía dónde estaba su esposo? ¿Podríamos encontrarlo y llevárselo?

Si, al parecer. Ella había recibido noticias seguras de que últimamente, cuando le acometía el mal, se iba á un fumadero de opio situado en el extremo más oriental de la City.

Hasta entonces, sus orgías se habían limitado á un día: por la noche volvía tembloroso y tiritando. Pero esa vez el acceso había durado cuarenta ocho horas, y sin duda estaba todavía allí, entre la hez de la gente del puerto, aspirando el veneno ó durmiendo sus efectos. Se le encontraría en el «Bar de Oro» Callejón Alto de Swandan, su esposa estaba segura de ello. Pero ¿qué podía hacer ella? ¿cómo podía una mujer joven y tímida entrar en semejante lugar y sacar á su marido de entre los facinerosos?