camino recto con más firmeza que en ninguna otra cosa en mi vida entera. En una palabra, volví una nueva página, é hice cuanto pude para cancelar lo pasado. Todo iba bien cuando Mc. Carthy puso su garra sobre mi.
«Había ido un dia á la ciudad por un negocio, y lo encontré en la calle Regote, apenas vestido y calzado.
—Aquí estamos, Juanon—me dijo tocándome el brazo:—seremos tan buenos para contigo como si fuéramos tu propia familia. Somos dos, mi hijo y yo, bien puedes mantenernos á los dos. Si no... Inglaterra es un lindo país, donde la ley no falta, y siempre tiene uno un agente de policía al alcance de su voz.
»Y vinieron aquí al oeste, y no hubo manera de desprenderse de ellos, y aquí han vivido desde entonces, gratis y en lo mejor de mis tierras.
No había para mí descanso, ni tranquilidad, ni olvido. Hacia donde quiera que volviese la cara, me encontraba con su adusto çeño junto á mí.
La situación empeoró cuando Elisa creció, porque el hombre vió que yo temía más que ella conociera mi pasado, que á caer en manos de la policía. Lo que se le antojaba era necesario que yo se lo diera y todo se lo daba sin protestar:
tierras, dinero, casas, hasta que por fin me pidió lo que yo no podía darle; me pidió á Alice.
«Su hijo, como ustedes ven, había crecido, y había crecido mi hija, y como se sabía que yo estaba mal de salud era para Mc. Carthy un buen