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ricias consolarme de todas mis penas y exhortarme á sufrirlas con valor.

Al cabo de algun tiempo lo singular de su conducta me llamó poderosamente la atencion. Despues de lamerme el rostro y las manos por espació de algunos minutos, se detenia de repente y exhalaba un sordo gemido. Cuando le tendia la mano le hallaba invariablemente tendido de espaldas y patas arriba. Esta conducta tan insistente me parecia estraña y no podia esplicármela de ningun modo. Como el pobre perro parecia afligido, inferí que había recibido algun golpe, y cogiéndole las patas las tenté una por una, pero sin hallar ningun síntoma de mal. Entonces supuse que tenia hambre y le di un gran pedazo de jamón que devoró con avidéz, volviendo en seguida á su estraña maniobra. Imaginó entonces que sufría como yo los tormentos de la sed y ya iba á aceptar esta conclusion como la única verdadera, cuando se me ocurrió la idea de que hasta entonces no habia examinado mas que las patas y que podia tener su herida en cualquiera otra parte del cuerpo. Le tenté con cuidado la cabeza, y no hallé nada; pero al pasar la mano á lo largo del lomo, sentí como una pequeña ereccion del pelo que le cruzaba en toda su redondéz, y sondeando el pelo con el dedo descubrí un hilo que le rodeaba el cuerpo. A favor de un examen mas atento encontré una pequeña faja