das las personas que estaban á la mesa se hallaban demasiado cansadas para observar nuestra escuálida fisonomía, porque no hubiera sido necesaria una gran atencion para ver el trastorno. Por otra parte son capaces, de hacer milagros en materia de engaños y no creo que se le ocurriera á uno solo de nuestros amigos de Nantucket que la terrible historia que contaron en la ciudad algunos marinos diciendo que habian echado á pique un buque en la mar y ahogado á treinta ó cuarenta pobres diablos, pudiera referirse al Ariel, á mi camarada y á mí. El y yo hemos hablado despues mas de una vez de la aventura, pero nunca sin estremecernos. Ea una de nuestras conversaciones Augusto me confesó francamente que en su vida habia esperi, mentado tan atrós sensacion de espanto como cuando á bordo de nuestra barquilla habia comprendido de repente toda la intensidad de su embriaguéz y se habia sentido dominado por ella.
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