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cado al fin de mi peligrosa situacion é izado á bordo; porque aquel cuerpo era el mio. Parece que usa de las cabillas del casco que habia salido abriéndose paso por el cobre, me habia detenido al pasar por debajo del buque, sujetándome al fondo del modo mas singular. La cabeza de la cabilla habia agujereado el cuello de mi chaqueton de tela grosera y la parte posterior de mi cuello y se habia clavado entre dos tendones, hasta la oreja derecha. Inmediatamente me acostaron, aunque no daba señales de vida. No había médico a bordo y el capitan me prodigó toda especie de atenciones sin duda para enmendar á los ojos de la tripulacion la conducta atroz que habia seguido en la primera parte de la aventura.

Entretanto Henderson se había alejado otra vez del boque, á pesar de que el viento iba tomando la impetuosidad del huracan. Al cabo de algunos minutos dió con algunos restos de nuestra embarcacion y poco despues uno de los hombres le afirmó que percibía de vez en cuando un grito entre los mugidos de la tempestad. Esto animó á los marineros á perseverar en sus pesquisas por espacio de mas de media hora á pesar de las repetidas señales del capitan Block que les mandó volver al buque, y de que cada minuto que pasaban en aquella frágil barca era para ellos un peligro mortal é inminente. Es en efecto difícil con-