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que habian visto positivamente un hombre en la barra y dijeron que aun era posible salvarle. Esto produjo una discusion; pero Block montó en cólera y dijo al cabo de un instante que su oficio no era cuidar eternamente de las cáscaras de nuez; que el buque no viraria de bordo por semejante bicoca y que si se habia sumergido un hombre, suya era la culpa; que se la echase á sí mismo y que podia ahogarse con todos los diablos.»

El segundo del buque, llamado Henderson, defendió la cuestion, justamente indignado, como toda la tripulacion, al oir unas palabras que denotaban tanta crueldad y tan completa ausencia de corazon. Habló con mucha claridad, viendo que le apoyaban los marineros; dijo al capitan que le tenia por un hombre digno de la horca y que estaba decidido á desobedecerle, aunque le ahorcasen por ello al llegar á tierra. Corrió á la popa empujando á Block, que se puso muy pálido y no respondió una palabra, y apoderándose de la barra, gritó con voz firme: — ¡La barra a sota-vento! Los hombres corrieron á sus puestos y el buque viró en redondo. Todo esto habia ocurrido en cinco minutos poco mas ó menos y parecia apenas posible salvar al individuo que creían haber visto á bordo de la canoa. Sin embargo, como sabe el lector, Augusto y yo habíamos sido pescados y nuestra salvacion parecia ser el resultado de una de esas maravillosas con-

AVENTURAS DE ARTURO GORDON PYM. TOM. I
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