— Ahora mismo, dijo al fin.... tenemos tiempo.... á casa.... abora mismo.
Ya me esperaba una contestacion de este género; pero habia en el acento con que fueron pronunciadas estas palabras algo que me produjo una sensacion de temor inesplicable. Mírele otra vez con atencion. Sus labios estaban completamente lívidos y sus rodillas temblaban de tal modo la una contra la otra que apenas podia tenerse en pie.
— ¡Por amor de Dios, Augusto! esclamé completamente espantado; ¿qué teneis? ¿qué hay? ¿qué decidis?
— ¡Qué hay! balbuceó Augusto con toda la aparieneia de un gran asombro, soltando la barra del timon y dejándose, caer hácia adelante en el fondo de la canoa: ¡qué hay! ¿qué ha de haber? nada.... nada absolutamente.... A cass.... ya vamos; ¡qué diablo! ¿no lo veis?
Entonces vi toda la verdad: corri á levantarle. Estaba borracho, bestialmente borracho; no podia ni tenerse en pie, ni hablar ni ver. Sus ojos estaban vidriosos. En el colmo de mi desesperacion le solté y rodó como un leño por el agua del fondo de la canoa, de donde lo habia sacado. Era evidente que durante la noche habia bebido mucho mas de lo que yo sospechaba y que su conducta en la cama habia sido el resultado de una de esas borracheras profundamente concentradas, que,