noche y que estabạ reşuelto á levantarse; á vestirse y á dar un paseo en canoa.
No sabré decir lo que pasó por mí, pero apenas habian salido de su boca estas palabras, cuando sentí el escalofrio de la escitacion, un gran deseo de placer y hallé que su idea descabellada era la cosa mas deliciosa y mas razonable del mundo. La brisa que soplaba era casi una tempeștad, y el tiempo era muy fno, porque era ya muy entrado Octubre. Salté sin embargo de la cama en una especie de estado de demencia y le dije que era tan valiente como él, que como él, estaba cansado de estar en la cama como un perro, y tan dispuesto á hacer todo género de espediciones de recreo como todos ļos Augustos Bernard de Nantucket.
Nos vestimos apresuradamente y corrimos hácia la canoa que estaba amarrada al muelle viejo y arruinado, junto á la cantera de construccion de Pankey y compañia, batiendo horrorosamente las vigas rústicas, Augusto entró y se puso á vaciar lą barca; porque estaba medio ļlena de, agua. Hecho esto izamos el foque y la vela mayor, tomamos de lleno el viento y nos lanzamos con audacia mar adentro.
El viento, como ya he dicho, soplaba fresco del şuroeste: la noche era clara y fria. Augusto habia tomado la barra y yo me habia colocado junto al mástil sobre el puente del