ni cómo hay españoles que cortejen
contra el carácter impaciente suyo,
haciendo noviciado el cabronaje.
Que no es muy malo el putear arguyo,
por más que griten mil Matusalenes
con arrugada frente y blancas sienes,
porque ellos ya no puedan; sus razones
no dan más fuerza, imposible es darla;
dignas de risa son sus opiniones;
ya el tiempo se acabó en que se creía
á un viejo cualquier cosa que decía
sin más exámen; ya se ha desterrado
de las aulas la hipótesis; se niega
lo que se ve si no está demostrado.
Juzga el mundo en común que el ansia ciega
de murmurar, de amontonar tesoros,
de ser de un corazón inexorable,
no es maldad, ó que es más abominable
el fornicar el hombre una mozuela.
¡Oh, autores viles de perversa escuela,
que fundáis la virtud en abstenerse
de una cosa precisa y no dañosa!
Mas, ¿cómo el daño dejará de verse
del infame político arbitrista
y otros dignos de injuriosa lista?
No son los majos, no, tan perniciosos,
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ARTE DE LAS PUTAS
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