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do: la guerra de Crimea y la guerra de los Treinta años menos las cuatro partes del mundo. ¡No puede ser más sencillo!

  Tres días después me encontré al mnemonista en el foyer del teatro.

—¿Por qué no me telefoneó usted anteayer? —le pregunté con aspereza —. Me pasé todo el día en casa esperando...

—¡Hombre, tiene gracial—contestó de muy mal talante. ¡Soy yo el descalabrado y usted se pone la venda!

—¿Que es usted el descalabrado?

—¡Claro! ¡Se burló usted de mil En vez de decirme el número de su teléfono me dijo usted el número del de su querida.

—1...?

—No se haga usted el sorprendido, no. Llamé, pedi comunicación con el número 54—2, y cuando pregunté por usted me contestó, furiosa, una voz masculina: «¡Váyase usted al diablo! Y dígale a Ilia Ivanovich que si vuelve a poner los pies en esta casa y no rompe sus relaciones criminales con mi mujer, le mato como a un perro.» El mnemonista me lanzó una mirada severa y añadió: —Cuando se tienen relaciones amorosas con mujeres casadas hay que ser más prudente.

— ¡Guárdese sus consejos—grité—, y explíqueme