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Algunos minutos después llamó al mozo y le preguntó cuánto importaba la cerveza que se habían bebido él y su camarada.
—Dos rublos y medio.
Sacó un billete de tres rublos e, inclinándose hacia el funcionario, inquirió: —Cincuenta copecks de propina será demasiado, ¿verdad?
—Sí; se suele dar el diez por ciento.
— Entonces debo darle veinticinco copecks, ¿no?
El veterinario hizo un breve cálculo mental, tiró al suelo dos bocks y una botella y dijo: —Veinticinco copecks para ti, mozo... Vámonos, Micha. ¡Qué siesta más divertida hemos pasado!